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Familia Au pair durante 6 años

Familia Au pair durante 6 años

Cuando oyes la palabra au pair, ¿te imaginas a una rubia guapa y exuberante entrando por la puerta o a una joven huyendo de su país? Mi marido y yo acogemos au pairs cada año desde hace 6 años. Mis dos hijas Albane y Léonie tenían 2 y 4 años cuando acogimos a Inès, nuestra primera au pair. Lejos de ser un tópico, esta experiencia nos ha transformado y se ha convertido en una verdadera forma de vida. Para los que no me conocen, soy Manuela, cofundadora de BUTRFLY. Creé Au Pair Butrfly con Anne-Claire en 2018.

El dilema del cuidado de los niños 🚼

La gran aventura de ser madre es tan rica en emociones y retos. Me ha enseñado mucho, personalmente, sobre mí misma y sobre el ser humano. Tenía 31 años cuando esperaba a mi primer hijo, lo que significa que había tenido mucho tiempo para tomar mojitos con mis amigas e irme de vacaciones románticas. Así que es cierto que cuando llegó nuestro bebé, tuvimos que hacerle un hueco. De todas las cosas que hemos aprendido en la maravillosa aventura de ser mamá, una de las que más me ha impactado es ser capaz de detectar las emociones de mi bebé.

No es que tenga una relación fusional con mis hijos, pero si algo va bien o mal, me doy cuenta enseguida. Y sobre todo no puedo fingir. Me cuestiona y me perturba.

Cuando llegó el momento de elegir la guardería para mi hijo, fue lo primero en lo que pensé.

¿Será capaz la niñera de sentir lo que yo siento? ¿Cómo es de cariñosa? Si no es cariñosa, ¿qué voy a hacer?

Hay muchos sentimientos complicados a la hora de elegir una guardería. Separarme de mi hijo (mi propio bebé), encontrar a alguien en quien pueda confiar, que sea amable, comprensivo, flexible, pero lo justo, porque no quiero perder mi lugar como madre.

Gestionar mi sentimiento de culpa por volver a trabajar y no cuidar de mi bebé en exclusiva. Porque aunque me parezca estupendo, no puedo hacerlo, necesito trabajar, responsabilizarme de mí misma y tener vida social. ¿Es grave, doctor? ¿Me convierte eso en una mala madre? Porque sí, elegir el cuidado de los hijos significa aceptar nuestras decisiones y responsabilizarnos de ellas.

Después de intercambios, discusiones y dilaciones, la búsqueda de nuestra solución de guardería se basó en 2 criterios principales:

  • Criterios humanos: ¡hay una larga lista de cualidades necesarias para desempeñar el papel al que me veo obligada a renunciar, el de cuidar de mi hijo! ¡A la caza de una oveja de 6 patas!
  • Criterios logísticos: si la perla rara puede ahorrarnos una hora diaria de transporte, sería estupendo.

 

Se la ve venir, señora +++ y sí, ¡también hay que asumir la responsabilidad!

Seamos realistas, nuestro objetivo es ofrecer a nuestro hijo la mejor relación calidad-precio.

Por eso, cuando estudiamos las distintas opciones de guardería, nada era realmente obvio.

La solución equilibrada y sostenible ➡️

Hasta que los niños tuvieron 3 años, la guardería y la niñera nos permitieron disponer de un servicio de guardería suave y flexible. Los dos trabajábamos con Stéphane y necesitábamos poder dejar a los niños a las ocho de la mañana y recogerlos entre las seis y las siete. Cuando empezó el nuevo curso de la guardería, quise evitar horarios tan largos para los niños. Además, había más niños y las jornadas eran más agotadoras. Tenía que encontrar una solución para las mañanas y las tardes.

Mirando a mi alrededor, me di cuenta de que yo era una más del millón y medio de mujeres que trabajan, tienen hijos pequeños y recurren a guarderías remuneradas. Vivíamos en Hossegor. Quería dar a mis hijos una experiencia cultural y lingüísticamente rica.

He vivido en México y me apasiona viajar. Teníamos una habitación disponible en casa y vivíamos en una buena zona. Y una casa grande. Todas estas ventajas me hicieron pensar naturalmente en acoger a una au pair.

Esta solución me ofrecía varias ventajas: ella vivía con nosotros y compartía nuestros valores y forma de vida. Los niños la veían por las mañanas y por las tardes y yo no tenía que desplazarlos porque vivía en la zona. Eso ahorraba minutos de sueño a los pequeños. El colmo sería que la au pair pudiera hablarles en su idioma y llevarles de viaje contándoles cosas de su país.

En resumen, sobre el papel parecía ideal.

La relación que construimos 🤝

Aún tengo muy presente la primera vez que conocimos a Inés, nuestra primera au pair. Fuimos a recogerla a la estación de autobuses, acababa de llegar de España.

Albane y Léonie le abrieron los brazos y el corazón como si la conocieran de toda la vida. Las semanas siguientes requirieron una cierta adaptación y el establecimiento de rutinas.

Inès no hablaba muy bien francés y los juegos se convirtieron rápidamente en un lenguaje y un medio de comunicación obvios. Sin embargo, para Albane, que tenía 4 años y muchas ganas de hablar, a veces era muy frustrante que no le entendieran. Con el paso del tiempo, la au pair se fue integrando poco a poco en nuestra vida cotidiana como una hermana mayor. Yo la veía más como mi sobrina que como mi hija mayor. Digo sobrina porque era menos pesada de lo que podía ser con mi propia hija. Tenía que dejarla vivir su propia vida.

Todos los años acogemos a una au pair durante el curso escolar, desde el comienzo del nuevo año escolar en septiembre hasta junio. Durante las vacaciones escolares (Todos los Santos, Navidad, invierno y primavera), los niños pasan una semana con sus abuelos y nosotros nos tomamos una semana de vacaciones con ellos (cuando podemos). Si sólo nos vamos de viaje en familia y sin amigos, aprovechamos para dejar la semana libre a nuestra au pair. Ella también está allí para visitar y viajar, y esto le permite aprovechar su experiencia.

El reencuentro siempre es un gran momento.

En conclusión: las ganas de volver a empezar 🔁.

Cada verano, Albane, Léonie, Stéphane y yo sentimos la misma emoción. Es una alegría que compartimos en familia. Saber cómo será nuestra nueva au pair. Los 4 estamos comprometidos con el descubrimiento, la curiosidad, el deseo de dar y de abrir la familia. Al final, esta vida se ha convertido en la nuestra.

Cuando pregunto a los niños: «¿Vamos a contratar a una au pair este año?», la respuesta es unánimemente afirmativa. Más que una forma de cuidar a los niños, se ha convertido en un aprendizaje y una forma de vida.

La experiencia nos hace crecer como padres, porque la au pair refleja nuestra forma de vida y nuestros principios educativos. Al transmitir nuestros valores y principios, tomamos conciencia de lo que es importante para nosotros y para los niños. También nos ayuda a corregir o rectificar ciertas cosas de las que no siempre somos conscientes. Recíprocamente, para la au pair, una experiencia en una familia de acogida es una transformación: cuando llega, está saliendo de la adolescencia y cuando se va, se está convirtiendo en adulta. Para nosotros es un honor participar en esta etapa tan importante de su desarrollo. Cada vez que una au pair se va, sólo podemos pensar en una pregunta: ¿cuándo llegará la próxima?

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